Influencia Asiria Y Formación Del
Reino Hitita
Durante
los primeros siglos del segundo milenio a. C., los asirios, destacados
comerciantes, inundaron Anatolia de pequeñas colonias mercantiles,
centralizadas en la ciudad de Nesitas, que ellos llamaban Kanesh. Los registros
de sus transacciones nos permiten atisbar una fructífera importación de
materiales como el bronce, escasos en Asia Menor, y una situación política
fragmentada, con numerosos principados, que, sin embargo, tenían la suficiente
estabilidad como para asegurar un marco legal útil para los asirios.
Poco
se sabe sobre estos reinos - parece ser que Nesa perdió la preeminencia
momentáneamente a manos de otra ciudad, Mana, e incluso fue destruida, pero,
recolonizada, tardó poco en recuperar la hegemonía, sólo para perderla de nuevo
a manos de Pittkhana (o Pithana) de Kushara y su hijo Anitta. Anitta edificó un
pequeño imperio, conquistando numerosos reinos (entre ellos, la ciudad de
Hattusas que destruyó totalmente y sobre la que lanzó un anatema). El imperio
de Anitta se considera el precursor de los hititas, ya que aún después de su
muerte, cuando la ciudad de Hattusas fue reconstruida (bajo Hattusil I), los
monarcas hititas afirman descender de la casa de Kushara.
Aparte
de Anitta, existen referencias a dos posibles antecesores de los hititas,
Tudhalia y Pusarrumas, pero nada se sabe sobre ellos.
El Reino Antiguo
El
reino antiguo (aproximadamente 1680-1430 a. C.) se corresponde con las fases
iniciales del reino de Hattusas, que, de un pequeño principado, pasó a ser una
potencia con intereses en Asia Menor y Siria, aunque en el último siglo de este
periodo cedió poder y protagonismo a Mitani.
Los Inicios Del Reino De Hattusas
Poco
sabríamos de los primeros reyes de los hititas si uno de ellos, Telebino, no
hubiese escrito 150 años después del inicio de este periodo, un edicto
encaminado a justificar la necesidad de sus reformas, que incluye una
introducción histórica al origen del poder hitita, en la que se menciona a tres
monarcas: Labarna I, Hattusil I y Mursil I.
Se
desprende de este documento que el verdadero fundador del imperio hitita fue
Labarna, que agrupó a las diferentes ciudades-estado y los pequeños reinos bajo
una autoridad central y ensanchó las fronteras del recién creado reino hacia el
oeste y hacia los mares Negro y Mediterráneo. También es posible que
consolidara la institución de la monarquía al dictar disposiciones que
garantizaran la sucesión. El nombre de Labarna se usó con posterioridad como
sinónimo de "rey", lo que lleva a algunos historiadores a dudar de la
existencia real de este monarca.
Su
hijo Hattusil I pudo apoyarse en la base política que Labarna le legó, para
lanzar numerosas campañas militares, principalmente contra el reino de Alepo y
contra los hurritas. Por otra parte, estableció en Hattusas la capital de los
hititas, que se iba a mantener en esa ciudad hasta el final del imperio
(excepto durante un breve periodo del reino nuevo). Hattusil, en un testamento
que se ha conservado, repudió a su hijo, y nombra sucesor a Mursil I, su nieto,
a quien también nombra hijo adoptivo.
Mursil
I estrechó los lazos que unían a las ciudades-estado e incorporó éstos al reino
hitita, de tal modo que puede ser considerado como el principal artífice de lo
que sería el Imperio Arcaico o Reino Antiguo. Expandió aun más las fronteras,
llevando, a modo de venganza, la conquista de Alepo (en cuya empresa había
fracasado Hattusil), además de derrotar a los hurritas. Estas victorias
convirtieron al reino hitita en una de las potencias de Oriente Próximo, hasta
el punto de que, una vez conquistada Alepo (1595 a. C.), Mursil encabezó una
expedición contra la ciudad de Babilonia, que tomó y saqueó, una empresa más
sorprendente que efectiva, ya que la distancia impedía cualquier intento de
control efectivo por parte hitita. Tras su marcha, el control de Babilonia pasó
a manos de los casitas, posibles aliados de los hititas, lo que provocó la
caída de los amorreos.
En
el año 1590, poco después de su regreso, muere asesinado a manos de su cuñado,
Hantil I, primero de una serie de reyes de los que poco se sabe (Hantil I,
Zidanta I, Ammuna y Huzzia I). Durante esta época el país de Hatti, debido al
poder y prestigio consolidados por Mursil, se mantuvo sin grandes
modificaciones ni peligros, excepto en Siria, donde el creciente poderío de
Mitani amenazaba las posiciones hititas. Además, durante esta época hacen su
primera aparición documentada los Gasga o kaskas, un conjunto de tribus
bárbaras situadas al norte de Hattusas que se convirtieron durante toda la
historia hitita en una permanente amenaza para la capital, que los hititas
nunca fueron capaces de destruir totalmente.
Estos
contratiempos obtuvieron respuesta con la llegada al poder de Telebino
(1525-1500 a. C.), que destaca, entre otras cosas, por la documentación del
sistema hereditario, con el que se proponía acabar con la anarquía de sus
inmediatos antecesores. Según el Edicto de Telebino, la sucesión quedaba
asegurada por el ascenso automático al trono del heredero varón escogido por el
rey; la garantía del cumplimiento la tenía el pankus, o Consejo de Nobles.
Junto a este edicto, Telebino hizo la primera gran codificación de las leyes
hititas, que destacaban por la benignidad de los castigos y las numerosas
innovaciones jurídicas.
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